Del mito a la realidad es la metamorfosis que experimentan los personajes de los cuentos de camino y de las leyendas nicaragüenses que el último viernes de octubre abandonan sus tumbas, salen de los infiernos y establecen un puente entre el inframundo y la esfera de los vivos para disfrutar al ritmo de bandas filarmónicas que tocan todo tipo de son para que los de ultratumba muevan el “esqueleto”.
Y en honor a esa tradición, este viernes la capital del folclor se vistió de gala con el baile de Los Agüizotes, que como siempre fue multitudinario, gracias a la llegada de visitantes de diferentes partes del país que se dan cita en el fiesta fantasmagórica e infernal que se realiza como parte de las celebraciones en honor a San Jerónimo, patrono de los masayas.
Doña Maritza Espinoza manifestó que viste a su hija de bruja, porque así le inculcaron sus padres, y asegura que la tradición será relevada por sus descendientes.
“Esta procesión es la mejor. En Nicaragua no existe otro departamento que tenga esta fiesta llena de colorido, mitos y leyendas”, aseveró Espinoza.
Mientras tanto, Eliseo Ramírez, Director de la Casa Cultural de Masaya, explicó que la procesión de Los Agüizotes originalmente llevaba el nombre de “Noche de los espantos” y solo se desarrollaba en el barrio Monimbó.
“Fue en 1974 cuando Silvio Ortega estudiaba V año para doctorarse en la Universidad Centroamericana, UCA, que le contó al catedrático Enrique Peña Hernández que sacaban una procesión de noche y que se alumbraban con candiles, porque en esa época no había energía”, aseguró el Director de cultura.
Esta procesión está basada en mitos, leyendas, supersticiones y cuentos, así que decidieron buscarle otro nombre, y a los tres días el doctor Peña Hernández otorgó el de Agüizotes y se planeó sacarlo de Monimbó, porque era mucha gente la que se disfrazaba --danzan al ritmo de los músicos populares-- y por eso se pasó al centro.
Los participantes de esta actividad popular llena de colorido y tradición elaboran sus trajes con tela negra, café o blanca y máscaras hechas por manos artesanales que plasman a personajes de mitos y leyendas como La Chancha Bruja, El Padre sin Cabeza, La muerte Quirina, La Llorona, La Carreta Náhuatl, La Mocuana y hasta personalidades.
El funcionario de Cultura mencionó que nuestros aborígenes no tenían idea del diablo, y “quienes lo trajeron fueron los invasores españoles. Ellos trajeron ganado, porcino y vacuno, por eso de ahí sale la Chancha Bruja, que no eran más que animales en celos, que en horas de la noche seguían a los noctámbulos que visitaban a mujeres.
En el caso de La Llorona mencionó que eran mujeres que lloraban a sus maridos o a sus hijos, quienes eran vendidos en la mita peruana, las Antillas o Panamá, porque muchos de ellos morían por maltrato y mala alimentación.
Los mitos, leyendas y rituales son reflejos de la ingenuidad de nuestros aborígenes, quienes con la llegada de los españoles fueron adecuando elementos que no son propios de nuestro folclor.
La procesión nocturna de Los Agüizotes es un apéndice del Gran Torovenado del pueblo, que se realiza el último domingo de octubre, y está catalogado como un carnaval burlesco y ridiculizante.
Fuente: El Nuevo Diario