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domingo, 17 de febrero de 2013

Aventura en el extremo del San Juan



Son las 3:45 de la mañana. Suena la alarma. La apago para ganar 10 minutos más. La cama retiene con sus cálidos y acogedores tentáculos. Vuelve a sonar. Ahora sí, de pie.
Debo terminar de empacar algunas últimas cosas, bañarme y salir a buscar un taxi. El bus expreso a San Carlos sale a las 6 de la mañana.
Son las 5:25. Espero desde hace 15 minutos. Los pocos taxis que han pasado por la esquina a la salida de mi reparto en el occidente de Managua, no se han detenido. Pero al fin uno se para, acordamos el precio, y, en menos de 25 minutos me deja en el Mayoreo. El bus tiene pocos pasajeros, tomo un asiento cómodo a la orilla de la ventana, como me gusta, para apreciar el paisaje que pasa veloz en los viajes.
ruta rio san juan
Lo de expreso es un vulgar eufemismo. El bus hace numerosas paradas por el camino. Al menos, si así se desea, se podrá comer güirila caliente con cuajada. O una pieza de pollo frito con tajadas y arroz, ¡solo por 10 córdobas! También habrá enchiladas, manjar, bollos, quesillos y otras cosas.
Qué lindos algunos de esos cerros de Boaco --pienso--. Desde los años ochenta no los veía y vuelvo a regocijarme.
Casi 3 horas después llegamos a Juigalpa. 15 minutos deben bastar para ir al baño, estirar las piernas y tomar un café. Faltan 4 horas más de viaje. Por primera vez, recorreré el trayecto Acoyapa-San Carlos. Siento una curiosidad muy grande por su paisaje perfectamente bucólico, lleno de cerritos graciosos de formas curiosas y pequeñas llanuras.
Llegamos por fin al mercado de San Carlos. Como cualquier otro a la una de la tarde, bullicioso, lleno de buses, vendedores ambulantes, con no poca basura y en movimiento frenético.
Resuelvo ir a un hostal cercano que he visto desde al bus. Costa del Sur, donde rento una habitación por C$200 la noche. Muy sencilla, con abanico y baño propio, aunque poco acogedora. En la noche, un persistente mal olor invade todo, pero ni modo, debo dormir. Jamás regresaré aquí.
A las 6:30 de la mañana estoy ya en el atracadero de la Empresa Nacional de Puertos. Es jueves 24 de enero de 2013. No saldrán hoy lanchas rápidas hacia San Juan de Nicaragua --pueblo que quizás muchos conocen mejor como San Juan del Norte--, con las cuales son solo 6 horas de viaje. Rehúso la posibilidad de tomar la embarcación que, llena de carga, pasajeros y sus sueños, seguramente, hace el trayecto en 11 horas. ¡11 horas, ¡ni lo quiera Dios! Es cierto que viajo como mochilero --siempre lo he hecho así para conocer de verdad los sitios que visito-- pero no es para tanto. ¿O será en otra?

Aquí estuvieron Lord Nelson y Rafaela Herrera

Tampoco me quedo en San Carlos. He decidido adelantar yendo a El Castillo, para conocer el famoso castillo, o mejor dicho, la derruida fortaleza colonial que un día fue tomada por el gran almirante inglés Lord Nelson (en 1780 era aún un oficial de bajo rango) y desde la cual Rafaela Herrera y la brava guarnición española habían repelido una incursión británica casi 20 años antes.
En el sencillo poblado, que prácticamente consta de una sola larga calle principal, me llama la atención que todas las casas, con pocas excepciones, tienen antenas satelitales televisivas de Claro. “Fue un regalo del comandante”, me dice una amiga viajera que me he hallado por casualidad en la lancha desde San Carlos. “Lo dieron gratis por dos años, ya pasaron, pero ahí están todavía”, me confiesa el dueño de una tienda de abarrotes local.
Populismo o no, es innegable que la medida es buena para los pobladores de toda la región, porque así pueden ver la televisión nicaragüense, y no solo la de Costa Rica que llega hasta en señal abierta. Sin embargo, la radio tica es prácticamente la única que se recibe aquí, según puedo constatar.
Es difícil no notar que hay movimiento en el pueblo. Hay muchas casas bonitas, recién pintadas, hay varias tienditas de ropa y alimentos: es un efecto, según creo, de un flujo cada vez mayor de turistas extranjeros y nacionales. Algunos hostales son también tour-operadoras y ofrecen excursiones en kayak, viajes en lancha a la Reserva Indio Maíz, a la Reserva Los Guatusos y para avistamiento nocturno de caimanes.
He pasado la noche en un pequeño hostal llamado Posada del Río. De maravilla para un mochilero: 10 dólares la noche, 15 si se incluye el desayuno. La habitación individual es muy limpia, la cama cómoda, el baño es limpio y funcional, las ventanas tienen una fina tela metálica para bloquear a los zancudos.
Antes de este pequeño lugar está el Hotel Victoria, más grande, un poco más caro quizás, pero en el que he visto a grupos de turistas rusos y estadounidenses que vienen por la pesca deportiva en la zona. Ver rusos --hombres maduros con sus esposas y muchas maletas-- es una buena señal. No es habitual ver mochileros rusos en Nicaragua; estos que han venido aquí, probablemente han pasado primero por Costa Rica. En otras palabras, esta gente son turistas con dinero.

Por el río de la discordia

Por la mañana del viernes 25, salgo por fin hacia San Juan de Nicaragua.
Siento una enorme expectativa por la idea de recorrer la parte más larga y más selvática del río San Juan, fuente de disputas con Costa Rica que siempre ha ambicionado su control o ganar progresivamente más derechos sobre él.
Recorrer el tramo extenso de El Castillo hasta San Juan de Nicaragua es sufrir un asalto abrumador a los sentidos. Un embate de aire limpio, verdor abundante, sol y lluvia.
Veo también el infame camino de tierra que el Gobierno costarricense mandó a construir, sin estudios de impacto ambiental y con una buena dosis de corrupción. Un elefante blanco pernicioso y dañino al ecosistema local.
No se ve a un jinete andar solitario por ese camino. Mucho menos un vehículo. Ni siquiera algún campesino en bicicleta. La vía mal construida no sirve más que para producir sedimentos que van hacia el río San Juan, ya de por sí contaminado por los químicos que la agricultura costarricense lanza a los afluentes. Contrasta, además, la vista a ambas orillas: el bosque tropical casi intacto del lado nicaragüense, y el despale generalizado en una franja de cientos de metros del lado tico.
Dicen que es común avistar caimanes y lagartos en los bancos del río, pero no he tenido suerte, pues no he visto ninguno. En toda la zona, es común el avistamiento de animales.

La selva majestuosa del Indio
En San Juan del Norte también se ve que hay movimiento. Hay una pequeña oferta de hostales baratos y pequeños. Antenas de Claro por doquier. Aquí, me he quedado en el Hotelito Evo. 15 dólares por noche, con desayuno a lo nica incluido --gallopinto, huevos, pan y café--. El cuarto individual con baños es limpio; un enorme mosquitero me protege. Un problema: aunque hay un abanico, la energía se va a las 2 de madrugada y vuelve a las 8 am. Pero hace frío por la noche y de cierto modo lo compensa.
En esta zona se pasa del sol a la lluvia en cuestión de minutos. ¿Cuándo es invierno? Todo el tiempo.
Hay que buscar a los guías de la asociación local de guías, cuya presidenta es Mayra Orozco, una simpática mujer que es madre de cuatro hijas. Es servicial y altamente eficiente.
Hay varios tours que se ofrecen. El más simple es una vuelta en panga por la bahía de Greytown, visita al viejo poblado donde hoy hay una moderna pista aérea, algunos caños y el delta del río Indio.
Otros itinerarios siguen la ruta del río Indio, buscando el corazón de la Reserva Indio-Maíz.
Asociado a otro aventurero como yo, un ingeniero francés llamado Jacques, hicimos un día el tour sencillo de 4 horas.
Al día siguiente, logramos negociar el tour de un día entero.
Partimos luego de las ocho de la mañana, nos reportamos al puesto de la Fuerza Naval y salimos río arriba.
El Indio es un río bello, amplio y calmo. Garzas, monos, tucanes, lapas, muchos otros pájaros y, con suerte, cuajipales y otros saurios pueden ser vistos aquí.
Me atrevo a decir que aquí ha sido donde he respirado el aire más limpio en toda mi vida.
Tanta belleza natural aturde los sentidos. Si se busca matar el estrés de la oficina y olvidarlo todo, este es el lugar.
Nuestra guía nos enseña los caños: Spanish Creek (Caño Español), Dapoe (no logré verificar este nombre), etc. Incursionamos por una hora en el caño Chiquitín, donde debemos esquivar ramas y navegar lentamente. Al final nos espera una gran recompensa: la laguna del Manatí, un cuerpo de agua absolutamente limpio y sin contaminar. Es un tesoro, un privilegio, porque hay cada vez menos lugares así en el planeta. Dicen que esas criaturas son curiosas y se acercan a la panga, pero esta vez, no se atrevieron.
Tras tres días en San Juan del Norte, regreso a San Carlos. Lo hago con un botín de impresiones y júbilo, por haber visto algunas de las maravillas ocultas de Nicaragua. Como yo, cualquiera las puede ver. Solo falta espíritu de aventura y el deseo de hacerlo.

Cómo llegar a San Juan

El bus Managua-San Carlos cuesta CS$ 150 solo ida. 
La lancha rápida de San Carlos (6 horas de viaje) a San Juan de Nicaragua cuesta CS$600 de un solo lado, saliendo a las 6 o a las 8 am; no viaja todos los días, hay que consultar los horarios en la Autoridad Portuaria. Hasta El Castillo cuesta solo C$150.
El boleto aéreo de La Costeña a San Juan vale US$165 (ida y vuelta).
Tours en San Juan de Nicaragua: desde US$25 por persona hasta US$600 por grupo (dos días y una noche en la Reserva, visita a una comunidad rama, caminata por la selva, panga, alimentación, guía autorizado).
Hostales: de US$10 a US$35 por noche.

Un Reportaje de El Nuevo Diario

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