A playa La Flor, ubicada a 19 kilómetros de San Juan del Sur, estas tortugas llegan durante la fase lunar de cuarto creciente y cuarto menguante, a poner sus huevos en la costa, cada una pone entre 70 y 100. Durante la jornada de arribada del año pasado llegaron a desovar a esta playa 153,000 tortugas y se logró la reproducción de más de un millón de tortuguillos que luego emprendieron su viaje al mar, en un espectáculo único en el mundo, que vale la pena disfrutar.
Todos los años, entre julio y enero, miles de tortugas paslama se concentran frente al litoral del refugio de vida silvestre La Flor, en Rivas, y por varios días esperan la noche de luna en cuarto creciente o en cuarto menguante para lanzarse, de forma sincronizada, a la toma masiva de esta playa, para cumplir con la misión de depositar sus huevos en la costa donde ellas nacieron hace más de 15 o 20 años.
Es un rito que estas madres acorazadas han repetido en los últimos 200 millones de años que tienen de vivir en el mar. Sin embargo, las arribadas masivas de estos reptiles marinos son un privilegio solo para unas cuantas playas del mundo.
Nicaragua posee dos playas de anidación de tortugas en el océano Pacífico. Las tortugas paslama constantemente están migrando, pero su recorrido es cíclico entre Nicaragua, Costa Rica, Panamá, Ecuador y Perú.
En el mundo existen siete especies de tortugas marinas; cinco de ellas se encuentran en las aguas territoriales de Nicaragua, y, de ellas, tres ponen sus huevos en nidos que abren sobre las costas de La Flor, en Rivas, y Chacocente, en Carazo, en el Pacífico, y dos ponen sus huevos en las costas del litoral Atlántico.
La paslama (lepidochelys oliveacea) es una tortuga que llega a medir unos 65 centímetros de largo, con un peso promedio de 38 kilogramos. Su dieta predilecta son los camarones, medusas, cangrejos, caracoles, calamares, pequeños peces, algas y pastos marinos, entre otros, y tiene la probabilidad de desovar de tres a cuatro veces al año en la misma playa de anidacion, con un promedio de 90 a 100 huevos en cada desovada.
El refugio de vida silvestre La Flor se encuentra 19 km al sur de la ciudad de San Juan del Sur, y tiene una extensión de 800 hectáreas. A su alrededor se asientan nueve comunidades que trabajan en coordinación con las autoridades de esta reserva, en programas de protección y de conservación de las tortugas marinas, según explicó Juan Domingo Oporta, responsable de este refugio y área protegida administrado por el Ministerio del Ambiente y Recursos Naturales, Marena.
“El convenio con los comunitarios es que cuando hay arribadas masivas de tortugas ellos apoyan en el trabajo de marcaje, así como al momento de la eclosión ayudan a hacer recuentos de neonatos o de tortuguillos, y también --tanto de día como de noche-- apoyan en el cuido de los 1,100 metros de playa que tiene el refugio, para evitar que entren personas ajenas a saquear los nidos”, aseguró Oporta.
Según registros que lleva la oficina de este refugio de vida silvestre, durante la jornada 2012-2013, a las costas de La Flor llegaron 153,000 tortugas, y durante ese mismo período hubo una reproducción de más de un millón de neonatos o de tortuguillos, la mayoría de los cuales logró sobrevivir a los depredadores en tierra y alcanzó llegar al mar, donde también les esperaban otros depredadores.
Para lograr una mayor reproducción de tortuguillos, en esta reserva se aplica el método de incubación artificial, que consiste en la “siembra” de huevos en sacos llenos de arena, donde se hace un nido y se meten todos los huevos puestos por una tortuga, y allí se dejan por un período de 50 a 54 días, hasta que emergen los tortuguillos, que pueden ser machos, si la temperatura que predomina en el ambiente es baja --entre 26 y 28ºC--, y muchas hembras si la temperatura es alta, entre 29 y 32ºC .
“El método ha resultado bien, en verano es excelente” --asegura el coordinador de la reserva-- “del promedio de 70 que se incuban en saco, han salido de 55 a 60 tortuguillos, luego, estos, si nacen a las 5:00 a.m., se les deja unas horas para que se rehidraten con agua salina y se vayan adaptando al ambiente, y posteriormente, como a las 8:00 p.m., se liberan a unos 15 metros de las aguas del mar para que fortalezcan su sistema motriz, y con el ruido del mar ellos se guían al agua.
José Adán Sánchez Padilla, guardaparque del lugar, cuenta que en noviembre de 2009, en solo cinco días se contabilizaron 73,000 tortugas que llegaron a cubrir toda la playa en un espectáculo nunca visto.
“¡Eso fue grande! Estaban llegando miles de tortugas de día y de noche, porque cuando vienen todas, aunque sea de día, ellas llegan a poner sus huevos a la costa”, expresó.
Solo una de cada mil sobrevive
Las tortugas están amenazadas desde antes de nacer, pues sus huevos, ricos en proteínas y otros nutrientes, son apetecidos por decenas de depredadores, que solo esperan que la tortuga madre salga del mar y los deposite en la costa, para luego ellos escarbar en el nido y devorarlos.
Enemigos numero uno de los huevos de paslama son los perros, mapaches, zorros, coyotes, cangrejos, hormigas, zopilotes, pelícanos, gaviotas, fragatas, gavilanes y otros.
Cuando nacen, los tortuguillos se enfrentan a una larga carrera de obstáculos para sobrevivir a todos sus depredadores, pues desde que salen del nido en la costa, son cazados por aves rapaces, por cangrejos --que los atrapan con sus tenazas y los llevan al fondo de sus madrigueras--, por perros y por animales carnívoros que les salen en el camino, y, por fin, llegan al agua del mar, donde son esperados por millones de peces y por otras especies acuáticas para devorarlos, incluyendo el mayor depredador del mar: el tiburón, que los ataca aun cuando llegan a edad adulta.
Sin embargo, es el hombre el que representa el mayor peligro para esta especie, ya que de forma ilegal extrae los huevos para venderlos en mercados, hoteles, restaurantes, comedores y puestos de venta de mariscos en las ciudades, lo que causa una disminución en la reproducción natural de tortuguillos, y, por lo tanto, en su población. “La cadena de depredadores es tan alta, que de cada 1,000 que nacen, solo una sobrevive y llega a adulta”, asegura Juan Domingo.
Para proteger a esta especie, se unen los esfuerzos de ambientalistas, del Marena, de la alcaldía, de los comunitarios y del Ejército de Nicaragua, que mantiene vigilancia permanente en toda la reserva.
El teniente Efrén Antonio Gutiérrez Rivas, jefe de las tropas que resguardan este refugio de vida silvestre, dijo que la misión de ellos es permanente.
“Estamos aquí para darle protección a la tortuga marina que sale a desovar, porque cuando hay arribada viene mucha gente de Managua y de los departamentos a saquear la costa, y nuestra misión es no dejar que se lleven los huevos, porque eso es un delito ambiental, y en caso de que agarremos a una persona con cargamento de huevos, la entregamos al Marena para que proceda”, advirtió el teniente Gutiérrez Rivas.
El refugio de vida silvestre La Flor es constantemente visitado por estudiantes de secundaria, por universitarios y por turistas nacionales y extranjeros amantes de la naturaleza, a quienes se les brindan charlas sobre la protección y en conservación de esta dócil criatura del mar.
La llegada de miles de tortugas marinas a desovar a la playa de La Flor es un privilegio que la naturaleza le regaló a Nicaragua, disfrutar de ella es un recuerdo imperecedero.
Entrar a la reserva tiene un costo de US$10 para extranjeros, C$100 para nacionales y residentes. Si se quiere dormir aquí, hay un área para camping donde se pueden instalar tiendas de campaña.
Cómo llegar: Primero hay que llegar a San Juan del Sur, Rivas. En esta ciudad, con frecuencia sale un camioncito de transporte de Casa de Oro hacia la reserva, el costo es de US$28 por el tour. Otra opción es contratar un taxi. Si va en vehículo propio, debe tomar la carretera que lleva a El Ostional, y después en playa El Coco, se encuentra el rotulo de la entrada a La Flor.
El Nuevo Diario
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