Miles de nicaragüenses, naturalizados o no, también se contagian de la fiebre electoral costarricense ahora cargada de incertidumbre sobre quien gobernará en los próximos 4 años; y no es para menos, porque del rumbo que tome el país depende las oportunidades de empleo que desencadena en el sustento familiar aquí o en Nicaragua.
De acuerdo con el Tribunal Supremo de Elecciones (TSE), 25 mil 87 nicaragüenses naturalizados están habilitados para votar, de un total 49 mil 998 extranjeros que registra el padrón electoral; quienes también viven con indecisión un proceso atípico en el país donde la izquierda tiene posibilidades reales de llegar al poder.
Una de ellas es Lucy López, quien llegó a Costa Rica hace 14 años y vive el descontento hacia Liberación Nacional, el partido con 8 años en el poder y que llevó a la presidencia a Laura Chinchilla, quien dirige el gobierno más impopular en los últimos años por su ineficiencia y escándalos de corrupción, según sondeos.
“Todavía no me decido por quién votar, pero claro está que no será por Liberación Nacional. Tiene muchos años en el poder y eso huele a dictadura, algo de lo que hemos escapado en Nicaragua y eso no me gusta”, dice esta joven de 33 años, quien ejercerá el sufragio en San Ramón, una ciudad ubicada al norte de San José.
Su duda transita en los extremos, pues sus candidatos afines José María Villalta, del izquierdista frente amplio, puntero en las encuestas y afín a Hugo Chávez, y Otto Guevara, de extrema derecha que amenaza con privatizar más a Costa Rica.
“Villalta es joven, un partido nuevo. Me gusta porque propone mejorar las responsabilidades laborales, pero no me gusta eso del comunismo. De Guevara, lo creo capaz de ejecutar lo que promete, aunque tampoco me gusta lo de privatizar todo”, explica.
Ella coincide con otro nicaragüense habilitado para votar, Rafael Mendoza, pata quien estas elecciones y el rumbo que tome Costa Rica debe importar a la comunidad nicaragüense porque “es el país donde vivimos, donde trabajamos, donde comemos. De él dependemos, ya estamos arraigados”.
Él votará en una escuela de Tibás, en San José, la capital, pero por sus convicciones cristianas votará por los candidatos de Renovación Costarricense, uno de los partidos minoritarios de los evangélicos.
“Voto por ese partido porque soy cristiano, pero también es importante que gane alguien que pueda favorecer a los nicaragüenses”, explicó.
En esta campaña atípica, donde por primera vez se vivió la lucha ideológica entre izquierda y derecha, los candidatos prácticamente omitieron el tema migratorio y en las pocas ocasiones que se refirieron a Nicaragua, fue el conflicto fronterizo sobre el cual dos demandas en La Haya.
“Esta vez nadie habló de los nicaragüenses, fuimos como aislado y solo Villalta ha mostrado un poco más apertura hacia la inmigración. A todos, aunque la mayoría no votemos, nos debe interesar la propuesta de cada candidato y sobre todo en qué puede beneficiarnos”, explicó Ervin Calero, locutor de radio y originario de Masaya.
Para Oscar Alfaro, actual diputado oficialista, los extranjeros, principalmente nicaragüenses, deben ser considerados como un potencial electoral, no solo por los que pueden votar, sino también por aquellos que tienen matrimonios mixtos con costarricenses o hijos nacidos aquí.
En Costa Rica viven 287,766 nicaragüenses y representan el 74.6 por ciento del total de inmigrantes residentes, calculado en 385,899 extranjeros; aunque cifras extraoficiales consideran que la cifra puede ser mayor, según el Instituto Nacional de Estadísticas y Censos.
Según el TSE en Costa Rica hay más de 100 mil hijos de nicaragüenses inscritos en el registro civil y más de 13 mil nicaragüenses casados con costarricenses.
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