Australia detectó el pasado domingo -aunque lo ha hecho público durante la madrugada del jueves- dos objetos flotando en el mar que podrían ser restos del avión desaparecido hace 13 días con 227 pasajeros y 12 tripulantes a bordo menos de una hora después de despegar de Kuala Lumpur con destino Pekín. “Ha aparecido información nueva y creíble en relación con la búsqueda [del vuelo MH370 de Malaysia Airlines] en el océano Índico sur”, ha asegurado este jueves el primer ministro de Australia, Tony Abbott, en el Parlamento. “La Autoridad de Seguridad Marítima de Australia (AMSA, en sus siglas en inglés) ha recibido información basada en imágenes satélite de objetos relacionados posiblemente con la búsqueda”, ha afirmado Abbot, informa Reuters. “Tras el análisis de estas imágenes por parte de los especialistas, han sido identificados dos posibles objetos relacionados con la búsqueda”.
Las autoridades australianas delimitaron una zona de búsqueda de unos 600.000 kilómetros cuadrados (como la superficie de la península Ibérica) al suroeste de Perth, donde el B-777 ya habría consumido todo el combustible que había cargado. La normativa obliga a las aerolíneas a cargar el queroseno necesario para el vuelo programado (en este caso, de Kuala Lumpur a Pekín), más una reserva por si tienen que utilizar un aeropuerto alternativo al de destino (por cuestiones meteorológicas o de otro tipo). Obviamente, el consumo depende, entre otros factores, en la velocidad a que vuele el avión.
Un carguero noruego, el St. Petersburg de la naviera Hoegh Autoline, ha llegado a la zona donde se vieron los objetos cuando eran las nueve de la mañana de este jueves en la España peninsular, tras haberle solicitado las autoridades australianas ayuda. El barco se dirigía de Madagascar a Melbourne (Australia) cuando recibieron la petición. "Ayudaremos a buscar tanto tiempo como sea necesario", dijo un portavoz de la naviera a Reuters.
Australia ha enviado cuatro aviones y dos barcos a la zona, pero Abbot ha advertido que “la localización de estos objetos será muy difícil y podría resultar que no tienen nada que ver con el MH370”. Abbott ha hablado con el primer ministro de Malasia, Najib Razak, pero ha advertido que aún hay que verificar la procedencia del hallazgo.
AMSA ha asegurado que las imágenes de los dos objetos son “borrosas”, y que el mayor mide 24 metros. “Son objetos de un tamaño razonable y probablemente llenos de agua que se mueven arriba y abajo sobre la superficie”, ha explicado John Young, responsable de la unidad de respuesta de emergencia del organismo marítimo. Young ha dicho que el océano en esta zona tiene una profundidad de “varios miles de metros”.
Los investigadores creen que alguien con conocimientos detallados tanto del Boeing 777-200ER como de aviación comercial desconectó los sistemas de comunicación del avión antes de desviarlo miles de kilómetros de su ruta. Las sospechas sobre el posible sabotaje y secuestro están centradas en particular en el piloto, Zaharie Ahmad Shah, de 53 años, y el copiloto, Fariq Abdul Hamid, de 27 años. También han sido investigados el resto de la tripulación y el pasaje, incluido un ingeniero de vuelo llamado Mohd Khairul, malasio, de 29 años, que había trabajado para una compañía suiza de vuelos chárter con reactores privados.
El FBI estadounidense está colaborando con las autoridades de Malasia para analizar un simulador de vuelo que Zaharie había montado en su casa, después de constatar que algunos de sus ficheros fueron borrados un mes antes de la pérdida del MH370.
La Autoridad de Seguridad Marítima de Australia había informado anteriormente que había reducido el área de rastreo “de forma significativa” después de haber estudiado las reservas de combustible del Boeing 777. El avión se esfumó de los radares civiles cuando volaba sobre el mar del Sur de China, dio media vuelta respecto a la ruta prevista y se dirigió hacia el estrecho de Malaca y el mar al noroeste de Malasia, donde fueron detectadas por última vez señales que intercambiaba con los satélites.
El rastreo pasó a centrarse así en dos corredores aéreos con forma de un arco de miles de kilómetros de largo, que va en su lado noroeste hasta Asia central, y en el lado suroeste hasta el océano Índico sur, al oeste de Australia. Es en esta segunda zona donde se los investigadores han intensificado los últimos días los esfuerzos, ya que piensan que es muy difícil que el avión pudiera seguir el corredor norte sin haber sido detectado por los radares de una docena de países.
Aviones de Australia, Estados Unidos y Nueva Zelanda estaban cubriendo una región en el Índico sur que ayer fue reducida de 600.000 kilómetros cuadrados –el equivalente a la superficie de España y Portugal juntas- a 305.000 kilómetros cuadrados.
La búsqueda del vuelo MH370 se ha visto marcada por pistas falsasdesde que se volatizó de los radares en la madrugada del 8 de marzo. Manchas de aceite que fueron encontradas en el mar del Sur de China resultaron no ser combustible de aviación. Un objeto amarillo que se pensó que podía ser un resto del Boeing resultó ser basura. Y una imagen de un satélite chino mostró lo que se pensó que era una puerta del aparato, pero no fue encontrado nada.
Si los restos hallados por Australia resultan pertenecer al avión, supondrá un gran paso hacia la resolución de uno de los mayores misterios de la historia de la aviación. Pero quedará mucho por hacer. A partir de la confirmación, habría que localizar el lugar en el que se estrelló, teniendo en cuenta que los restos llevan 13 días a merced de las corrientes marítimas, y encontrar las cajas negras. Su recuperación es imprescindible para saber qué ocurrió durante las horas que voló la aeronave desde que se esfumó de los radares, una tarea que será ardua, ya que el Índico es uno de los océanos más profundos del planeta, una media de 3.900 metros. Las cajas contienen el registro de las conversaciones de la tripulación y muchos otros datos del funcionamiento del avión.
Si los objetos identificados por Australia no son encontrados o no pertenecen al MH370, deberán continuar las pesquisas, en una carrera contrarreloj, ya que las baterías que permiten a las cajas negras emitir señales detectables, con buenas condiciones, desde cientos de kilómetros, tienen una duración de 30 días, y ya han pasado 13.