Si alguna vez soñó pasar sus vacaciones en un paraíso rodeado de arena blanca, aguas transparentes y gente amistosa, donde el robo y otros delitos no existen porque se castigan con el destierro, ese lugar existe. Y está aquí, en Nicaragua. Se trata de la Pequeña Isla del Maíz o Little Corn Island, situada a unos 90 kilómetros al este de la costa Caribe nicaragüense.
Es una isla, que tiene una extensión 2.5 kilómetros cuadrados y cerca de mil habitantes, que en los últimos años ha apostado por atraer viajeros. Su oferta turística incluye 16 hoteles de entre 10 y 20 habitaciones o cabañas. Cinco de ellos pertenecen a extranjeros y 11 a habitantes del lugar.
La propuesta hotelera es diversa y se acomoda a todos los presupuestos. Incluye desde lo más simple, un cuarto con una cama, donde el alojamiento cuesta unos diez dólares por noche, hasta el eco-lodge cinco estrellas, Yemaya Island Hideaway & Spa, en cuya construcción se invirtieron 2.5 millones de dólares.
En este último hotel el gasto promedio diario oscila entre 350 y 550 dólares por persona, detalla Twila Bryan, secretaria del gobierno comunal y coordinadora del gabinete turístico de Little Corn Island.
Durante su estancia, el visitante puede disfrutar la gastronomía local y especialidades de la comida extranjera en los lugares en donde se aloja o elegir entre una amplia propuesta de restaurantes y bares.
El visitante también puede elegir entre un tour por la isla, hacer pesca deportiva, snorkel o recibir cursos de buceo profesional. Dentro del Plan Operativo Anual el gobierno comunal contempla reactivar un antiguo cañón y un faro para incluirlos entre los lugares a visitar.
CAMBIA PESCA POR TURISMO
Según el coordinador del gobierno comunal Winston Downs, por siglos esta comunidad que pertenece al municipio de Corn Island o Isla del Maíz, de la Región Autónoma del Atlántico Sur (RAAS) vivió de la pesca.
Pero en los últimos seis años la escasez del recurso marino dio paso a la actividad turística, de la que actualmente depende directamente cerca del 65 por ciento de la población, que recibe salarios de entre 3,000 y 7,000 córdobas en puestos de poca responsabilidad porque puesto de mayor importancia reciben en promedio unos 12,000 córdobas mensuales.
El restante 35 por ciento de la gente que está inmersa en las actividades del quehacer turístico del lugar son inmigrantes nacionales y unos pocos extranjeros, indica.
Todas las actividades relacionadas con la atención de los visitantes son controladas directamente por el gobierno comunal que existe desde hace 21 años. Autorizan la compra y venta de propiedades, la construcción de cualquier infraestructura, desde un cuarto de hotel hasta un muelle privado, la oferta de los servicios vinculados con la atención de los visitantes.
Además vela porque se respete el medioambiente, coordina la recolección y almacenamiento de la basura y con el apoyo de organizaciones dedicadas al reciclaje se encarga de sacar de la isla, al menos dos veces al año, gran parte de los desechos plásticos y de aluminio, para garantizar la sostenibilidad del turismo.
CASTIGO ES LA EXPULSIÓN
En Little Corn Island existe una delegación de la Policía Nacional que funciona con un agente y dos voluntarios. Sin embargo, es el gobierno comunal el encargado de impartir justicia.
“Los isleños y las personas que migran aquí tienen prohibido practicar cosas que no son buenas. Nadie va a venir a dejar aquí su semilla dañina para la juventud y la sociedad. Si alguien comete un delito dependiendo de la gravedad puede estar fuera varios meses o no volver a entrar nunca. A los extranjeros se le pide a Migración que aplique el castigo. Lo más grave que hemos castigado en un robo con intimidación, la persona que los comete no vuelve a entrar a la isla. Entonces el que no se quiere ir no hace nada malo”, asegura Downs.
Bryan, en tanto, aclara que algunas personas han tachado de inconstitucional esta práctica de prevención del delito. Incluso hace algunos años llegaron las organizaciones defensoras de derechos humanos para tratar de evitarla. Pero las leyes de autonomía y del régimen de propiedad comunal les permiten vivir de acuerdo con sus costumbres.
“Esto siempre se ha aplicado y es más que todo una regla moral. Es un derecho humano no golpear ni hacer daño a la gente y por eso es que velamos porque se cumpla ese derecho”, afirma Bryan.
ECO-LODGE DE LUJO
Para obtener la autorización para que un isleño venda un terreno y luego obtener un permiso de construcción hay que demostrarle al gobierno comunal que no se causará ningún daño a la naturaleza.
Tras cumplir estos requisitos, hace cuatro años el eco-lodge Yemaya Island Hideaway & Spa recibió la autorización para iniciar su construcción. En noviembre del año pasado inició operaciones y desde entonces mantiene una ocupación promedio del 70 por ciento en la temporada alta y del 60 por ciento en la baja.
“El concepto de este hotel surge hace cuatro años, el dueño John Kendall tiene otros tres hoteles en la zona de Tulún en México, pero su esposa siempre soñó tener un hotel ecológico y que ofreciera clases de yoga y meditación”, dice Michael Roman Bitton, administrador de Yemaya.
CAPACIDAD PARA CRECER
El complejo ubicado frente al mar comprende 16 cabañas que alojan hasta cuatro personas cada una y están preparadas para que se les construya un segundo piso. Pero eso dependerá del nivel de ocupación que mantenga el lugar. También hay un restaurante que ofrece comida americana y tailandesa, dos bares, un spa, jardines y espacios para sesiones de yoga y meditación que son dirigidas por una instructora profesional.
El material de construcción, especialmente bloque, hierro, cemento, cerámica, instalaciones eléctricas y otros se trasladaron en barco desde el Pacífico y desde el muelle hasta el hotel en panga o cargado en carreta.
El servicio de energía eléctrica a cargo de la Empresa Nacional de Transmisión Eléctrica (Enatrel) según las autoridades es el más caro del país y solo funciona de 1:00 p.m. a 6:00 a.m. Por lo que el hotel posee además su planta generadora. Lo mismo que pozo privado y sistema de saneamiento de aguas servidas.
Próximamente contará con una piscina, cuya construcción ya fue autorizada. Además tramitan los permisos para la instalación de un muelle privado. Emplea a 42 personas, 38 locales y cuatro extranjeros.
Hasta ahora el lugar se promociona a través de su sitio web: www.littlecornhotel.com.ni y de agencias de viajes. Entre sus visitante figuran representantes de la industria del entretenimiento y profesionales de Estados Unidos y Europa, cuya edad promedio oscila entre 28 y 55 años. La estancia promedio es de seis noches y las tarifas diarias oscilan entre 400 y 600 dólares diarios. LA PRENSA